Fragmento

Quiero en primer lugar agradecer al señor Decano y al jefe de postgrados de nuestra Facultad de Medicina la invitación para dirigirme a ustedes en este solemne acto de graduación en el que además de celebrar con inmenso beneplácito la entrega al país de un selecto grupo de profesionales especialistas en diferentes áreas del conocimiento médico, le rendimos un homenaje de gratitud a un hombre adalid de la docencia y de la academia, como fue el profesor Rodrigo Pesántez Reinoso, fallecido el mes de septiembre pasado y quien hasta el último día de su existencia recorrió esta casa dando lo mejor de sí a sus alumnos y tendiendo su mano generosa a sus pacientes, constituyendo un ejemplo que perdurará por siempre. Estas dos circunstancias me han impulsado para hacer algunas reflexiones de orden ético sobre el ejercicio de la más noble de las profesiones como es la nuestra. Los médicos somos seres humanos corrientes, como los demás, pero obligados a comportarnos distinto en todos los actos de la vida, pues el hecho de tener la capacidad de aliviar el sufrimiento de nuestros congéneres conlleva un compromiso implícito de entrega personal y espiritual, que va más allá de lo primario e impone muchas veces sacrificios. El nuevo estilo de ejercicio profesional, sin duda influenciado por las leyes que nos rigen, ha cambiado de manera radical el acto médico, convirtiéndolo en un monótono sainete, en donde prima la cantidad sobre la calidad, el frío resultado de un examen paraclínico sobre el apasionante análisis de un juicio clínico y, lo más grave, cuando en frente a nosotros ya no tenemos a un ser humano único e individual, sino a un cliente más. Cuando supeditamos con rigor el ejercicio a las nuevas normas, se pierde entonces la esencia médica, ese don maravilloso que nos dio el Creador para brindar con generosidad el conocimiento que tenemos en beneficio de quien nos necesita.

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2009-06-16   |   2,281 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 18 Núm.2. Abril-Junio 2009 Pags. 65-69. Repert med cir 2009; 18(2)