Fragmento

Recuerdo mis años de secundaria (en los 80), vivíamos de algunos sueños y vagas esperanzas más heredadas que auto generadas, como generación aspirábamos a ser y hacer más que las anteriores, afán presente en toda la historia humana, creíamos que la universidad era el camino para surgir, crecer y ser libres, como si el conocimiento en si mismo fuera capaz de cambiarnos, de generar la metamorfosis que nos zafaría del “baile de los que sobran”. Efectivamente, a los que pudimos acceder a la educación superior se nos abrió un horizonte antes desconocido, nos sentíamos como tocados por los dioses dueños de nuestros destinos y capaces de ser agentes de cambio, por ahí alguien dijo que el conocimiento de la verdad nos haría libres, y ejercimos esa libertad a fondo, entramos a las elites intelectuales, pero a la vez nos formaron sabiendo que nuestro quehacer tenía relación con el desarrollo del país, o sea nos dimos cuenta de que éramos depositarios de una potente herencia de conocimientos y experticias con un objetivo, la intervención terapéutica no sólo tiene que ver con un síntoma aislado o un paciente en específico, tiene que ver finalmente con elevar la calidad de vida de una persona, una familia, una comunidad.

Palabras clave: Educación conocimiento.

2007-09-14   |   1,048 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 1 Núm.1. Enero-Junio 2007 Pags. 6-7 Cuad. Neuropsicol 2007; 1(1)