Determinantes sociales de las enfermedades

Un problema muy antiguo 

Autor: Berlinguer Giovanni

Fragmento

En su libro clásico Civilización y Salud, Henry E. Sigerist escribió que “en cualquier sociedad dada, la incidencia de la enfermedad está determinada mayormente por factores económicos… Una baja calidad de vida, falta de comida, ropa y combustible, malas condiciones de vivienda y otros síntomas de pobreza han sido siempre las mayores causas de enfermedad”. Para enfatizar esta verdad con respecto a las condiciones laborales, Sigerist cita un antiguo papiro egipcio que considera una voz de rebelión: Nunca he visto a un herrero trabajando como embajador o a un trabajador de la fundición ser enviado en una misión, pero sí he visto al herrero trabajando: se asa con la boca del horno. El albañil, expuesto a todo tipo de clima y todo tipo de riesgos, construye sin llevar ropas encima. Sus manos están gastadas por el trabajo, su comida se mezcla con la tierra y la basura: se muerde las uñas, al no tener mas comida. El barbero arruina sus brazos para llenar su estómago. El tejedor lo pasa peor aún que la mujer, doblado en dos con las rodillas presionando su estómago, incapaz de respirar. El lavandero a la orilla del río está cerca de los cocodrilos. El tintorero huele a huevas de pescado; sus ojos están cansados, sus manos trabajan sin pausa y como pasa todo el tiempo procesando telas, aborrece las ropas. Un análisis y una indiferencia, que anticipa Bernardino Ramazzini en De morbis artificum por unos cuantos milenios. Sin embargo, fue sólo en el siglo XIX que los temas sobre el trabajo y las condiciones de la vivienda, y su influencia sobre la salud y la vida misma, comenzaron a ser importantes y a discutirse extensivamente. La interacción entre la medicina, que aspiraba a ser reconocida como ciencia y una sociedad cuyo objetivo era el progreso, abrió el camino a una consideración más detallada de la relación entre enfermedad y sociedad.

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2007-08-10   |   2,950 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 33 Núm.1. Enero-Marzo 2007 Pags. Rev Cubana Salud Pública 2007; 33(1)